viernes, 5 de febrero de 2010

Las ekklesias y «la» Iglesia católica

Excelente artículo que leí en un periódico en Internet, se los dejo tal cual.

De algunos mitos difundidos sobre el protestantismo (VIII): muchas “iglesias” frente a `la´ Iglesia
César Vidal

Suele ser un argumento muy difundido entre católicos, incluso aquellos que tienen cierta instrucción teológica, el de contraponer la existencia de la Iglesia – única y con mayúsculas, en referencia a la católica – con la de otras “iglesias” que, por supuesto, son inferiores.

Semejante contraposición es lógica en la medida en que, por definición, la iglesia católica se considera la única verdadera y niega la condición de Iglesia a las otras llegando a establecer una curiosa jerarquía entre ellas que en sus peldaños más bajos se convierten en meras “comunidades eclesiales” según sea mayor o menor el parecido con la católica.

De esa circunstancia, derivan los católicos la idea de que el protestantismo no es sino una pléyade de iglesias divididas que contrastan con la Iglesia una y única y que además esa fragmentación y su reciente aparición histórica lo deslegitima comparativamente. No voy a abordar en este artículo el tema de la sucesión apostólica de la sede romana, pero sí voy a detenerme en ese mito de la fragmentación eclesial protestante frente, supuestamente, a la única iglesia verdadera.

Lejos de constituir una suma de iglesias enfrentadas, el protestantismo cree en el concepto de iglesia tal y como aparece en el Nuevo Testamento que, dicho sea de paso, es radicalmente distinto del católico.

El término iglesia (ekklesia) originalmente tenía un significado meramente secular. Como su misma etimología indica, ekkesia era el grupo de los llamados o convocados y la traducción que suele encontrarse del término en los clásicos es la de asamblea o congregación. Nunca se utiliza, como en nuestro lenguaje habitual, para referirse a un edificio destinado al culto.

En los evangelios, el término aparece sólo tres veces lo que lleva a pensar que, como en el caso de María, Jesús le daba mucho menos importancia a la cuestión de la que le ha ido otorgando el catolicismo con el paso de los siglos. El uso es no menos revelador. En Mateo 16:18, iglesia es el conjunto universal de aquellos que creen en Jesús como mesías e Hijo de Dios – la piedra sobre la que se levantaría la iglesia – o bien la iglesia o congregación local (Mateo 18:17).

Esos dos usos del término – nunca una institución, nunca una jerarquía, nunca una organización – son los mismos que encontramos en los escritos apostólicos donde la iglesia (ekklesia) es la congregación local o la iglesia universal. Vez tras vez, Pablo habla de la iglesia en Cencreas (Romanos 16:1), de las iglesias de los gentiles (Romanos 16:4), de “todas las iglesias de Cristo” (Romanos 16:16) – curiosa pluralidad que rechina con el concepto católico de iglesia – de “todas las iglesias” (I Corintios 7:17; II Corintios 8:18), de “las iglesias de Dios” (I Corintios 11:16), de “las iglesias de los santos” (I Corintios 14:33), de “las iglesias de Galacia” (I Corintios 16:1), de “las iglesias de Asia” (I Corintios 16:19), de las “iglesias en Corinto” (II Corintios 1:1) o de “las iglesias de Macedonia” (II Corintios 8:1), por citar sólo algunos ejemplos.

Ese uso además no es exclusivamente paulino sino que lo hallamos también en escritos joánicos como el Apocalipsis donde se hace referencia a “las siete iglesias en Asia” (Apocalipsis 1:4 y 11) o a cómo el Espíritu comunica mensajes “a las iglesias” (Apoc 2:7). En todos y cada uno de los ejemplos citados, la iglesia no es otra cosa que la congregación local y, precisamente por eso, existen muchas que están en comunión las unas con las otras. Dicho sea de paso, Pedro no utiliza ni una sola vez el término en sus escritos, circunstancia esta curiosa para alguien que según la teología católica fue el primer papa.

En la mayoría de los casos citados en el Nuevo Testamento, pues, iglesia no es sino la reunión de creyentes y, por eso, existen de manera plural en distintas partes del mundo. Aún más, la pluralidad y la existencia de muchas es una característica netamente apostólica.

El segundo sentido se refiere, como en el caso de Jesús, a una realidad espiritual formada por los verdaderos creyentes y cuya cabeza es no un hombre sucedido por otros hombres a lo largo del tiempo sino el propio Cristo (Efesios 5:23). De manera bien significativa, la abundancia y pluralidad de iglesias no colisiona con la única que no se identifica con ninguna de ellas sino con un ente espiritual cuyos miembros sólo Dios conoce (II Timoteo 2:19).

Sólo cuando se tiene presente la idea que aparece en la Biblia de lo que es la iglesia se puede comprender el concepto protestante de la misma porque es exactamente el mismo. Las denominaciones protestantes creen que las distintas congregaciones son iglesias – y no rivales de la Iglesia única y verdadera – y que la verdadera Iglesia no es una organización o jerarquía sino que está formada por lo que han nacido realmente de nuevo y tiene como única cabeza a Cristo.

En ese sentido, ningún protestante tiene la sensación de estar desprovisto de la Iglesia por no formar parte de la católica ni tampoco piensa que su organización eclesial es la única iglesia en contraposición a las demás. No cae en tan grave error porque conoce lo que afirma el Nuevo Testamento.

Por el contrario, siente que pertenece a la iglesia verdadera – la realidad espiritual cuya única cabeza es Cristo y no un hombre que supuestamente es su vicario – y que es gozosamente libre al no formar parte de una entidad que pretende ser exclusivamente la única Iglesia cuando, en realidad, su realidad es diametralmente opuesta a la que aparece en las Escrituras.

Por lo tanto, lo que muchos católicos contemplan como una desgracia, los protestantes lo viven como un privilegio y lo que, a su vez, muchos católicos ven como un privilegio, los protestantes lo contemplan como una servidumbre humana, contraria a lo enseñado por Jesús y los apóstoles y, por tanto, intolerable.

Esa perspectiva debe ser entendida siquiera para evitar malentendidos como los de creer que se habla de lo mismo cuando, a decir verdad, se utilizan las mismas palabras, pero con contenidos muy diferentes.

Fuente: Protestante Digital

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