miércoles, 15 de diciembre de 2010

Te invito a mi fiesta.


Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha en la que erróneamente dicen es mi cumpleaños (en realidad nací entre finales de Septiembre y Principios de Octubre). Todos los años se hacen una gran fiesta en mi honor y creo que este año sucederá lo mismo, aunque los hemos esperado mi Padre y yo todos los Sábados como les dijo mi Padre para que no se les olvidara, ustedes llegan el domingo, por eso nunca coincidimos.

En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radios, en la televisión y, en todas partes, no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día. La verdad, es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mi. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio no parecía comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día nadie sabe para qué para que lo celebran.

La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata. Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todos estaban decorados y recuerdo también que había muchos regalos; pero ¿sabes una cosa? Ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. La fiesta era por mí y cuando llego el gran día me dejaron fuera, me cerraron la puerta… y yo quería compartir la mesa con ellos(Apocalipsis 3:20).

La verdad no me sorprendí, porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió estar sin hacer ruido. Entré y me quede en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. La estaban pasando en grande.

Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡jo-jo-jo-jo! Parecía que había bebido de más. Se dejo caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: “¡Santa Clós, Santa Clós! ¡Como si la fiesta fuese en su honor! Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y.. ¿Sabes? Nadie me abrazó… de repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo, hasta que se abrieron todos, me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mi. ¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré. Cada año y cada Sábado que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de esa fiesta, y de mi nadie se acuerda (Colosenses 2:8).

Quisiera que estas fechas que nada tienen que ver conmigo, pero que dicen son por mi, me permitieras entrar en tu vida, quisiera que reconocieras que hace casi dos mil once y medio años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esa forma poder salvarte.

Hoy sólo quiero que tú creas esto con todo tu corazón. Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imagino, una fiesta espectacular.

Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que este año estoy enviando muchas invitaciones y en este día, hay una invitación para ti, solo quiero que me digas si quieres asistir, te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados, en esta fiesta solo habrá invitación con previa reservación, y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten mi invitación.
Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha en la que erróneamente dicen es mi cumpleaños (en realidad nací entre finales de Septiembre y Principios de Octubre). Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que este año sucederá lo mismo, aunque los hemos esperado mi Padre y yo todos los Sábados como les dijo mi Padre para que no se les olvidara, ustedes llegan el domingo, pero no coincidimos.

En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radios, en la televisión y, en todas partes, no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día. La verdad, es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mi. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día nadie sabe para qué para que lo celebran.

La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata. Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todos estaban decorados y recuerdo también que había muchos regalos; pero ¿sabes una cosa? Ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. La fiesta era por mí y cuando llego el gran día me dejaron fuera, me cerraron la puerta… y yo quería compartir la mesa con ellos(Apocalipsis 3:20).

La verdad no me sorprendí, porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió estar sin hacer ruido. Entré y me quede en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. La estaban pasando en grande.

Para colmo, llegó un señor gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡jo-jo-jo-jo! Parecía que había bebido de más. Se dejo caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: “¡Santa Clós, Santa Clós! ¡Como si la fiesta fuese en su honor! Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y.. ¿Sabes? Nadie me abrazó… de repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo, hasta que se abrieron todos, me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mi. ¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré. Cada año y cada Sábado que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de esa fiesta, y de mi y de mi Padre nadie se acuerda (Colosenses 2:8).

Quisiera que estas fechas que nada tienen que ver conmigo, pero que dicen son por mi, me permitieras entrar en tu vida, quisiera que reconocieras que hace casi dos mil once y medio años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esa forma poder salvarte.

Hoy sólo quiero que tú creas esto con todo tu corazón. Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imagino, una fiesta espectacular, vendrán muchos amigos: Abraham, Moisés, Elias, Jeremias, Jacob, David y muchísimos más.

Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que este año estoy enviando muchas invitaciones y en este día, hay una invitación para ti, solo quiero que me digas si quieres asistir, te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados, en esta fiesta solo habrá invitación con previa reservación, y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten mi invitación.

Prepárate porque cuando todo este listo, daré la gran fiesta. Hasta pronto. Jesús.

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